Esta fue una de las citas que más me impactó durante todo el ejercicio pasado, creo que la leí en el maravilloso libro de Francisco Alcaide, Aprendiendo de los mejores y desde que me topé con ella, no paro de intentar contrastarla en cada uno de los ámbitos donde habitualmente me muevo (familia, amigos, clientes, organizaciones, etc) y en la mayoría de los casos, me encuentro con nuevas perspectivas y enfoques que cambian por completo lo que pensaba de esa situación hasta el momento.

No sé si te has parado a pensar en tu grado de responsabilidad en cada uno de los conflictos con los que lidias habitualmente, es un ejercicio que realizamos muy pocas veces y eso provoca que nuestra percepción de la situación se vea gravemente alterada, con el riesgo de intentar resolver un problema, sin haberlo entendido al 100%. Pues la cita anterior, precisamente habla de eso.A menudo somos víctimas de nuestras víctimas

Cuántas veces nos quejamos del comportamiento de otras personas con nosotros, sin ser conscientes de nuestro grado de implicación en el problema. En este tipo de situaciones, solo contemplamos una variable en esta ecuación y no solemos ser nosotros. Como es la otra persona la que nos está generando cierta molestia o enfado, focalizamos en ella toda nuestra energía y nuestra atención, sin embargo… ¿Qué pensarías si te dijera que quizás tengas mucha más responsabilidad de la que crees en esas situaciones conflictivas o problemáticas?

Qué ocurriría si en esas situaciones te preguntaras… ¿Cuál es la razón por la que esa persona se comporta así con nosotros? ¿Cómo ha sido mi interacción con esta persona las semanas o meses anteriores a este conflicto? ¿Qué opino de ella? ¿Cómo me comunico y que palabras utilizo para dirigirme a ella? ¿Puedo haber provocado, aunque sea en un pequeño porcentaje, su reacción?No medimos bien nuestra responsabilidad en los conflictos

Pues si esto nos ocurre a nivel personal, imagínate que puede ocurrir cuando esto pasa en entornos organizativos, donde las personas y los conflictos, se multiplican exponencialmente. En estas situaciones, resulta crítica la percepción que tienen de la situación los directivos y mandos que las gestionan porque de su análisis depende, la resolución rápida o el desangre lento. ¿Quieres que te de algunos ejemplos?

  • Organizaciones que no paran de quejarse del daño que les hace la rotación de sus empleados, el coste que supone seleccionar a uno nuevo, formarlo y hacerlo productivo, el destrozo que les ha realizado cierto comercial al marcharse a la competencia y llevarse parte de la cartera de clientes… Sin embargo, no se paran ni un momento a reflexionar sobre su política de gestión de personas, que acciones concretas están realizando para cuidar ese talento que ya poseen dentro de los equipos o que tipo de entorno deben de generar para que los empleados estrella quieran quedarse en la compañía.víctimas por la excesiva rotación de personal que sufrimos
  • Equipos que no pueden rendir al 100% (o más) porque su clima es demasiado nocivo y las personas emplean parte de su tiempo en auto-protegerse de futuros problemas fruto de la desconfianza de compañeros y jefes, en culpar a otros de ciertos problemas, en preocuparse de salir bien en la foto o directamente en meter algún palo en la rueda de otro compañero. Aquí solamente observamos la falta de productividad y la solemos achacar a la carencia de compromiso e implicación, sin ser conscientes de en qué medida, es la organización a través de sus mandos y responsables, la que está provocando dicha situación.
  • Organizaciones que en situaciones complicadas necesitan un empujón extra de sus empleados y equipos, encontrándose con un “sálvese quien pueda” por parte de los mismos. Habitualmente se achaca a la falta de implicación o “engagement” este tipo de situaciones, sin embargo, pocos dentro de la compañía se preguntarían si la cultura de la organización está lo suficientemente orientada a las personas y en qué medida estamos reforzando los vínculos de las personas con algo más allá que ellos mismos.

El handicap en la mayoría de estas situaciones se encuentra en la percepción de la misma, habitualmente nos solemos centrar mucho más en el efecto, la reacción o las consecuencias del acto realizado por la otra parte, sin contemplar la causa o nuestra parte de responsabilidad en lo que está ocurriendo. Cuando esto ocurre en las compañías, los problemas suelen ser devastadores:

  • Las personas talentosas abandonarán la organización buscando un lugar mejor donde desarrollarse.
  • El potencial de nuestro equipo humano disminuirá ya que se quedarán los mediocres o los acomodados, viéndose mermada considerablemente la productividad.
  • Nuestra imagen de marca quedará terriblemente dañada, puesto que en una sociedad tan hiperconectada, la fama de algunas compañías les precede y el talento, siempre escoge.víctimas por el talento que abandona nuestra compañía
  • Se incrementarán considerablemente el número de conflictos y problemas internos, llegándose a generar auténticas guerras internas entre departamentos o empleados.
  • Los empleados estarán mucho más pendientes de sus propios problemas o de no salir dañados de ciertas situaciones, que de lo verdaderamente importante: La satisfacción del cliente, el producto, el pedido, etc.
  • Y lo más preocupante, cada vez seremos menos productivos y rentables, aunque le echemos la culpa a los demás…

En fin, sabéis que soy muy fan del “Cada uno tiene el equipo (la organización, la vida, la familia…) que se merece”, pero si una vez reflexionado, piensas que esto no va contigo, luego cuando las cosas no vayan bien, no te quejes…