Érase una vez, un gerente de una pequeña empresa que quería incrementar la motivación de sus empleados. Había notado en los últimos meses cómo el clima laboral se había degradado considerablemente, los conflictos cada vez eran mayores, más numerosos y sobre todo la producción había descendido casi un 25%.

Este buen hombre decidió tomar medidas para revertir la situación e incrementar la motivación de sus empleados. Como se acercaban las épocas navideñas, decidió comprar una caja de navidad mucho mejor que la que normalmente entregaba y los comentarios no tardaron en llegar: “Qué caja más grande tenemos este año…” “Se ve que este año está ganando dinero….” “Ya era hora de que nuestro jefe nos tratara un poco mejor…” Sus caras durante unos días fueron más sonrientes y tuvieron un pico de producción importante, pero todo cambió al cabo de una semana: los números malos volvieron, las broncas y riñas con los empleados, los escaqueos. Desapareciendo rápidamente toda la mejoría que se había conseguido en las últimas semanas.

Guiado por la demostración de eficiencia y productividad realizada hace unos días por sus empleados, decidió ofrecerles más cosas: reivindicaciones históricas como no trabajar las mañanas del 24 y del 31 de Diciembre, un incremento salarial del 5%, trabajar el viernes hasta mediodía… pero sólo conseguía mejoras puntuales de como mucho 3 o 4 semanas, y no sólo eso, los beneficios todavía eran menores porque sus costes aumentaron considerablemente en los siguientes meses.

Presa de su desesperación, decidió reunirse con unos cuantos trabajadores de confianza para explicarles los problemas que estaba sufriendo la empresa. Cuando llegó el momento de hablar de los empleados, estos comenzaron a contarle los principales motivos por los que la plantilla estaba desmotivada. Su cara comenzó a cambiar cuando escuchó las necesidades de su plantilla, ya que la mayoría no respondían a cosas tangibles y palpables: “Los trabajadores quieren que los valores como profesionales y como personas, que te preocupes por sus necesidades, que les des ejemplo de lo que les pides, que les hagas sentir importantes, que les aprecies, etc…”

Cuál fué su sorpresa al descubrir que todas las palancas que había intentado mejorar habían resultado inefectivas a medio plazo y sin embargo, la solución la había tenido siempre tan cerca. La mayoría de cosas que le estaban demandando realmente dependían de él y posiblemente no necesitaba incrementar sus costes para ofrecerlos.

Rápidamente se puso manos a la obra, aunque al principio el ejercicio de fé fué mayúsculo ya que las cosas continuaban igual, pero al cabo de unos meses, los resultados comenzaron a ofrecer una ligera mejoría que no dejó de crecer en los siguientes años. Al final consiguió convertir su empresa en un lugar donde los empleados iban contentos a trabajar, se sentían plenos y satisfechos con sus relaciones interpersonales y eran conscientes del valor que aportaban a la compañía.

El gerente aprendió que para conseguir movilizar a las personas a corto plazo los aspectos tangibles son muy válidos, sin embargo para conseguir una motivación larga y duradera, son los aspectos intangibles los que deben de estar presentes y además, ¡¡¡¡¡ no cuestan dinero !!!!!

¿Y a ti? ¿Qué aspectos te movilizan verdaderamente en tu puesto de trabajo?