Desde 1920 al 1990 se han generado más de 250 definiciones de liderazgo diferentes, y cientos de libros se han escrito para intentar explicar este fenómeno que se produce entre las personas que gestionan equipos y los miembros que los conforman. Dejando a un lado, el motivo por el cual las personas decidimos seguir a alguien y dejarnos liderar por él, hay un fenómeno que se produce en la mayoría de los casos y es que, según estoy explicando en la primera edición del seminario “Liderazgo Emocional” (el primero de su categoría que cuenta con la certificación oficial de la Asociación Nacional de Inteligencia Emocional):  “Cada uno tiene el equipo que se merece”.

Son muchas las empresas visitadas y más de 250 los equipos que han pasado por mis manos en los últimos 8 años y casi todos tenían un punto en común, aquellos equipos liderados por buenas personas, solían estar formados por personas similares: Si el líder era una persona íntegra, los miembros de su equipo también lo eran, si estaba predispuesto a la ayuda, ellos también, si estaba implicado y comprometido con el proyecto, su equipo también lo estaba. Un efecto curioso……..

Por otro lado, cuando el equipo estaba gestionado por una persona sin demasiados “principios”, su equipo se comportaba de una manera semejante y se oyen expresiones como: “No te puedes fiar de ellos, te dan respuestas socialmente aceptadas (sin ser ciertas), son muy individualistas, buscan su éxito personal, se eximen de las culpas sobre un problema aunque impliquen a otra persona de su equipo, etc.”

Quizás este famoso refrán de “Dios los cría y ellos se juntan” también tenga sentido a la hora de conformar los equipos en las organizaciones. Y esto puede venir provocado por varios motivos:

–  Las personas con valores y principios sólidos, no quieren estar gestionados por una persona que no los tiene.

–  Ante un mal jefe, los buenos empleados (los talentosos) se van marchando y se quedan aquellos que no tienen adonde ir o no son tan atractivos para otras empresas. Por eso, “a jefe mediocre, equipo mediocre”.

–  El propio líder ejerce un efecto de formación sobre su equipo e invita de una manera inconsciente a los demás a comportarse como él.

–  Los buenos líderes no toleran ciertas conductas (por ejemplo de desconfianza o de falta de apoyo mutuo), acciones que van educando poco  a poco a sus equipos, haciéndolos a su imagen y semejanza.

Mirar el tipo de personas de nuestros equipos o que tenemos a nuestro alrededor, puede ser una muestra de cómo somos, porque en muchas ocasiones, ellos nos harán de “espejo” y veremos reflejados en ellos, nuestras actitudes y comportamientos. De hecho, hay estudios que demuestran que cuanto más elevada es la posición ocupada por una persona en el organigrama, mas distorsionada se encontrará su autoimagen (por estar basada en la información que le rodea, la que le proporcionan las personas que les rodean y que tienen una marcada tendencia a exagerar lo bueno y minimizar lo negativo). Curioso ¿no?.