Está siendo un comienzo de año extraordinariamente interesante, en apenas 3 semanas he trabajado con 3 firmas multinacionales, dos de ellas galardonadas como un Great Place to Work y sin embargo he encontrado un nexo común, pese a las obvias diferencias que existen entre ellas: En todas hemos hablado de cosas que resultan muy interesantes y que resuelven algunos de los problemas con los que se encuentran en el día a día y sin embargo, una gran parte de sus empleados (y asistentes a estas acciones formativas) muestran una gran resistencia a cambiar su comportamiento o su actitud.

Provocar la acción en el aula de formación

Que las personas tenemos una gran resistencia al cambio no resulta novedoso y que nos cuesta movernos de la conocida “zona de confort” tampoco, sin embargo observando un poco más profundamente el problema, podremos observar que detrás de esta resistencia existe un componente emocional que nos lastra y nos bloquea momentáneamente: El miedo.

Miedo a si lo haré bien, a si mi entorno aceptará adecuadamente mi cambio, a que opinará mi jefe de todo esto, a que el resultado no sea el esperado, a que nadie lo valore… Créeme que podría estar así hasta mañana y no pararíamos de identificar posibles situaciones donde algo pudiera funcionar mal, en eso nuestro cerebro es extraordinariamente bueno. Lo que más me interesa es analizar como podemos desbloquear esta situación a través de nuestras intervenciones formativas y conseguir que las personas den el primer paso, olvidándose de esos temores.

En ocasiones los responsables provocan con su inmovilidad que sus equipos se queden anclados en la zona de confort

Desde hace tiempo suelo comentar en la mayoría de mis intervenciones que “más vale un gramo de acción que un kilo de intención” y es que la mayoría de cosas que abordamos en las acciones formativas tienen mucho sentido, están estudiadas y analizadas para que resuelvan los problemas que tienen los profesionales, están incuso totalmente orientadas a la acción, sin embargo, la tasa de conversión (y de cambios conductuales) es todavía bastante baja y es por eso, que hace unos cuantos años que he decidido que mis acciones formativas se rijan por 3 características básicas que hoy quiero compartir contigo:

  • En el diseño del programa y en la preparación de los contenidos, tiene que haber una total orientación a la acción y facilitar la transferencia al puesto de trabajo. Si no soy capaz de hacer esto, no voy y les encargo unos libros y artículos para leer y así todos ahorramos tiempo y dinero. Ya no basta con informar en las acciones formativas, afortunadamente dicho conocimiento ya lo tenemos a nuestro alcance a golpe de click. Creo que la verdadera formación debe de ir encaminada a la acción y a mostrar claramente un camino que facilite implementar los cambios y las nuevas acciones, mientras plagamos la sesión de pistas y acciones que faciliten ese cambio.
  • Si no hay plan de acción, no hay curso. Para mí, es tan importante que se compartan y generen nuevos conocimientos en el aula, como que los asistentes salgan de la misma con un plan detallado de lo que van a poner en práctica al día siguiente. Desde mi punto de vista, el curso no termina con mi despedida y los buenos deseos hacia los alumnos, creo que es precisamente en ese momento cuando el curso comienza y si no se ponen en práctica cosas a partir del día siguiente, habremos realizado un curso muy bonito, pero muy poco efectivo. Hay modelos para todos los gustos, pero aquí soy partidario del “poquito pero bueno”.
  • Y para finalizar, cuando realizo más de una sesión con el mismo grupo, siempre utilizado el efecto endocrino. Este método consiste en despedir cada una de las sesiones pidiendo a los asistentes que identifiquen un aspecto que quieran poner en práctica en el intervalo entre sesiones y les digo que durante los primeros minutos de la siguiente sesión, compartirán con el resto lo que han practicado, que resultado han obtenido y cuál es su conclusión al respecto. Los seres humanos tenemos una tendencia a olvidar y no prestar atención sobre todo aquello que “no va para examen”, pues bien, avísales, diles que en la próxima sesión preguntarás. Esto provocará una inercia hacia la acción, del mismo modo que ninguno de nosotros vamos de buen grado al endocrino (donde sabemos que nos va a pesar) si no hemos cumplido con nuestra dieta y sabemos que nuestros resultados serán al menos, un poquito mejores y en ocasiones hacemos lo indecible por cumplir con sus consejos al menos unos días antes de nuestra visita.

Y tú, ¿Qué estrategias conoces que ayuden a mover a la acción a los profesionales dentro de las organizaciones para implementar cambios de conductas o actitudes?